
Dos son las corrientes narrativas en las que claramente se pueden encuadrar a todos aquellos autores que provienen de la antigua colonia británica. Por un lado escritores como Salman Rushdie o Arundhati Roy, se afanan en presentar una India mágica y religiosa, llena de fábulas y acontecimientos maravillosos, dejando a un lado los problemas más que evidentes que inundan las malolientes calles de ciudades como Delhi o Bombay. Pasan de puntillas sobre la miseria omnipresente de la sociedad india y se centran en los aspectos más glamurosos y espirituales de la milenaria tradición hindi. Justo frente a estos escritores, autores como Vikram Seth o V.S. Naipul se caracterizan por ser mucho menos imaginativos, más austeros, más realistas. Su visión de India es una visión evidente, alejada del misticismo y suntuosidades, en las que los problemas sociales y económicos apenas dejan espacio para la imaginación. Si bien es cierto que siempre, y esto es inevitable, hay toques maravillosos en sus textos, la trama central de sus escritos no se aleja mucho de lo que debe ser la realidad de un pueblo esclavo de sus tradiciones y desamparado ante los graves problemas políticos y religiosos que lo azotan.
Pues bien, Aravind Adiga está claramente encuadrado dentro de estos últimos escritores. Tigre Blanco es una genialidad. Un libro que nos cuenta la historia de Balram Halwai, apodado Tigre Blanco, hijo de un conductor de rickshaw y habitante de una de las zonas más pobres de la India. Una novela epistolar en la que a modo de confesión del reo, Tigre Blanco cuenta como una persona puede cambiar radicalmente su destino. Como un indio nacido en una familia humilde, miembro de una casta de pasteleros, puede ascender desde la más absoluta de las miserias y colarse entre la élite empresarial de la ciudad de Bangalore. Una historia cuando menos inolvidable en la que el lector inevitablemente va acumulando una empatía hacia la figura del Tigre Blanco que se resuelve en comprensión y amor al personaje.
Adiga ha conseguido escribir una novela ejemplar, sarcástica, llena de humor y de momentos melancólicos, una novela más que merecedora del Broker Price 2008. Estamos ante uno de esos libros merecedores de convertirse en eso que la prensa y los críticos se obcecan en denominar “fenómeno literario”, ya que mucho más que otros, rebosa calidad en cada una de sus páginas.
No me resisto a destacar, y espero que no sea por última vez, la magnífica edición en español de esta novela. Miscelánea editores ha trabajado el texto y eso se nota y es de agradecer por aquellos lectores, entre los que incluyo, que aman y disfrutan un libro como un preciado objeto en el que la envoltura desempeña un papel determinante. Desde la cubierta a la textura de las páginas la edición es todo un acierto. Si las MacEditoriales cuidaran los libros y se preocuparan por ellos…