jueves, 12 de febrero de 2009

12 de febrero de 1984. Un cronopio es una flor


Hoy se cumplen 25 años y el recuerdo es obligado. Nos seguimos preguntando si somos cronopios o simples esperanzas. Atemorizados ante la idea de que el espejo nos devuelva una imagen nunca deseada. Que el tiempo, la vida o nuestra propia naturaleza refleje ese maldito contorno que detestamos desde lo más profundo de nuestro ser, la inconfundible silueta de ese ser generoso y ordenado, un fama. 
Un cronopio, disfrazado con la máscara de fantomas, continúa luchando contra vampiros multinacionales, contra aquellos que van saciándose con la sangre que derramamos por todos los países en los que vivimos. 
Podemos mirar a nuestro lado y encontrar un profesor que nos ofrece una mano, presta, solícita, mientras deja la otra colgando sin esfuerzo, para darnos las instrucciones necesarias acompañándonos en la cansada tarea de abordar el primer peldaño.   
Una boca nunca más será sólo eso. Afortunadamente siempre será su boca. Dibujada a cada momento, en cada instante, como por primera vez. 
Gracias maestro, porque un cronopio es una flor y su olor nos sigue embriagando día a día.   


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